martes, 11 de septiembre de 2012

Reseña de El ocaso de los ángeles

El Ocaso de los ángeles
De Vael Zanón



María del Carmen Horcas López, que conocimos en la pasada Feria del libro, nos envió la reseña que había escrito de Caja Negra de Francico Narla y que publicamos en este blog en Julio. Ahora os dejamos su reseña de la novela de Vael Zanón, El ocaso de los ángeles. Queríamos agradecerle desde aquí a María del Carmen su magnífico trabajo y compartirlo con todos vosotros. Un fuerte abrazo.

 

A pesar de la imagen beatífica y la belleza andrógina asociada a estas criaturas celestiales, son cada más los autores que insisten en atribuirles sentimientos, por definición, “humanos”. Entre los responsable de esta transformación destacan nombres como Alan Moore, quién estableció  el precedente con su obra “Constantine”, en la que un frustrado arcángel Gabriel decide convertirse, por propia voluntad, en aliado de sus eternos enemigos a fin de conseguir un bien mayor para la humanidad, o al menos entre aquellos cuya fe y arrepentimiento los convierte, a sus ojos, en dignos merecedores del amor de Dios para escapar del infierno sobre la Tierra que él mismo iniciaría. En 2004, “Alas de fuego” de Laura Gallego volvía a emplear esta tergiversación, con una mayor profundización en la capacidad de estos seres para experimentar emociones a través de los ojos de la desterrada Ahiel en tierra de nadie, convirtiéndose en un gran éxito entre los lectores más jóvenes y que retomaría con su secuela “Alas negras”. Desde entonces, los títulos que versan sobre esta temática se han sucedido. Si bien la mayoría pertenecen a la categoría juvenil romántica, como “Hush Hush” (Becca Fitzpatrick) o “Ángeles desterrados” (Anabel Botella), también podemos encontrar títulos orientados al lector adulto, destacando “El ángel caído” (Javier Sierra), “Angelology” (Danielle Trussoni) o “El ángel más tonto del mundo” (Christopher Moore). E incluso el cine ha realizado su aportación a este creciente género con títulos como “Legion” (Scoot Steward, 2010) y “Gabriel” (Shane Abbes, 2007).

“El ocaso de los ángeles”, al contrario de lo que pueda inducir su nombre, no representa el crepúsculo de esta literatura fantástica, sino un nuevo amanecer. A partir de las sombras, Vael Zanón ilumina el género creando su propia versión sobre las leyendas e historias que rodean a las figuras de Samael, Uriel, Rafael, Mikael, entre otros. Una visión pesimista, que describe una especie merecedora del infierno que ellos mismos han creado y que puede resumirse en una palabra: Neo-Babylon, Inspirándose en Sodoma y Gomorra para establecer sus pilares, esta ciudad representa la decadencia extrema del ser humano, la mejor forma de ilustrar la corrupción de alma a través de los vicios del cuerpo y cuyo precio habrá de ser saldado en la otra vida. En este aspecto, adviértase la notable influencia ejercida por “La divina comedia” de Dante en la descripción de los escenarios, el desarrollo de la trama y la división de los capítulos, realizando constante alusiones a la obra del escritor italiano para ilustrar la pesadumbre de un mundo marchito, que hiede a desesperanza y miedo.

No obstante, resulta difícil establecer un conjunto limitado de obras que hubiesen podido influir en la trama, pues proceden de todas las disciplinas artísticas, desde la pintura hasta el cine (la saga Matrix o El cuervo). De hecho, uno de los rasgos característicos de esta novela es la simbología de gran parte de las escenas narradas, que posibilita múltiples interpretaciones en función del tipo de lector. Esta circunstancia permite recrearse en los múltiples detalles con cada nueva lectura, convirtiéndose en un libro completamente diferente en cada ocasión.

Con todo, el barroquismo que caracteriza su prosa, similar a la utilizada por Umberto Eco o Arturo Pérez-Reverte, puede resultar excesivo (e incluso soberbio) para determinadas personas poco acostumbradas a esta forma de narración. Para contrarrestrarlo, Vael Zanón utiliza un lenguaje especialmente visual, en el que las imágenes, sonidos y olores son recreados con asombrosa fidelidad a través de la palabra, aunque pueda pecar de redundancia en algunos párrafos. Es precisamente este intento por acercar su obra al lector medio, donde el autor comete algunas de sus faltas más destacables. En primer lugar, la simplicidad de algunos personajes, especialmente secundarios, basados en arquetipos sobreexplotados y escenas innecesarias para el desarrollo de la trama principal. En segundo, el exceso de información sobre los elementos que rodean a los protagonistas de sus historias, como el origen de sus armas. Y en tercero, aunque resulta comprensible el alto nivel de violencia descrito en sus páginas y, por ende, las múltiples escenas de lucha, se concentra demasiado en las mismas y descuida aspecto de la historia más importantes, de ahí que la historia de amor quede reducida a mera anécdota durante sus últimas páginas.

Por fortuna, estas salvedades técnicas quedan desterradas a un segundo plano frente al atractivo ejercido por sus personajes, basado en la imperfección de los mismos; es decir,  en la “humanidad” que desprenden durante toda la trama y que posibilita al lector establecer un vínculo emocional, fortaleciéndose en los sucesivos capítulos. Así, cada uno representa un perfil concreto de persona y, por ende, del pecado que los condeno a una eternidad de soledad y desdicha por los recuerdos que los preceden. Pese a ser Uriel el protagonista del relato, así como el principal acusador de la corrupción humana, convirtiéndolo en un ser cínico y apática ante el dolor ajeno; otros como Gabriela aportan la esperanza y bondad que proporcionan las distintas visiones de una misma historia conocida por todos: la eterna lucha entre el bien y el mal.

De igual modo, contribuye el apreciable cambio en el ritmo durante el último tercio de la novela, en el que Vael Zanón desvela, aunque de forma inconsciente, todo su talento narrativo, realizando asombrosos giros narrativos que sorprenden al lector, así como la profundidad de sus diálogos, induciendo a la reflexión y dejando una huella imborrable en el destinario del mensaje.

Al igual que la serpiente que capaz de tentar a Adán, “El ocaso de los ángeles” es un apetecible fruto que desearás saborear para deleitarte con su esencia. Una vez más, la oscuridad, lejos de amedrentarnos, nos convierte en víctimas de su influjo, atrapándonos en una vorágine de sangre y violencia de la que no podremos escapar, porque aquellos que debían salvarnos de nosotros mismos son ahora nuestros verdugos, aparte de juez y jurado. Con todo, Esperanza prevalece…

María del Carmen Horcas López
mdchorcaslopez@hotmail.es



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