martes, 22 de diciembre de 2015

ANTE LA GUERRA DE LAS GALAXIAS, EPISODIO VII

Tribuna para El Norte de Castilla






El éxito de la saga de La guerra de las galaxias ha sido tan grande que casi parece que la palabra “éxito” se le queda pequeña. Es más bien un fenómeno difícil de definir o limitar pues afecta a todo el mundo, seguramente a millones de personas. Yo soy una más de ellas, con la diferencia, quizá, de que las he estudiado con cuidado, y con mucho placer, durante años. Pero reconozco que hay mucha gente que sabe de La guerra de las galaxias, por esa misma razón, porque es grande el placer que reciben de ella, y porque de algún modo la consideran importante en sus vidas. Pero ¿qué hay detrás de La guerra de las galaxias?, ¿qué hace diferentes a estas películas?
Yo creo que una de las claves está en su concepción, en cómo George Lucas las creó, con mucho esfuerzo, un lápiz y un bloc de hojas de papel, documentándose durante horas por las tardes, estudiando sobre mitos, cuentos de hadas, historias de ciencia-ficción, y escribiendo por las mañanas lo que había asimilado en esas lecturas.
Lucas declaró que se había dado cuenta de que los niños estaban creciendo sin cuentos de hadas, y decidió hacer su propio cuento de hadas, su propio mito. Ahí puso todo su talento, su inteligencia, toda la documentación lograda en esas sesiones maratonianas y el interés y la curiosidad que le habían llevado, hacía años, a estudiar escritura creativa, interesarse por materias del tipo de la Antropología o la Mitología, o matricularse finalmente en la Universidad de Cine de California.
Al principio, en esas sesiones de escritura de varias horas, Lucas lo hizo conscientemente, buscando contar la historia que quería contar, pero se dio cuenta de que no funcionaba; entonces probó a hacerlo de una forma próxima a la escritura automática, es decir, dejando que todo lo que había leído sobre las materias que tanto le interesaban formara por sí mismo esa historia. Acertó.
Y así estas películas se ven a un nivel onírico, como si fueran un sueño. Ya Irvin Kershner, el magnífico director del Episodio V, El Imperio contraataca, para muchos el mejor de la serie, dijo que La guerra de las galaxias funcionaba a ese nivel onírico, precisamente el nivel de los sueños, y así explicaba su éxito.
No en vano es un mito, “el mito renovado”, como dijo el mitólogo Joseph Campbell cuando vio el Episodio IV, la primera película rodada, en el Rancho Skywalker, y el mito, según este sabio, es el sueño despersonalizado, mientras que el sueño es el mito personalizado. Vemos pues La guerra de las galaxias como un sueño compartido, como algo que seguramente conecta con el inconsciente colectivo, con los arquetipos o fuentes de las que manan todas las historias; no olvidemos que “mito” significa “historia”, “narración”.
Lucas, trabajando en los materiales de hoy y de siempre y dejando hablar a su propio subconsciente, había conectado con el mito, con ese sueño despersonalizado, con un cuento de hadas que está contado en el pasado “Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana”, una renovación del “Érase una vez…” propio de esos cuentos, y que en realidad tiene lugar en un tiempo indeterminado, prestigioso, muy propicio a los grandes héroes y a los grandes hechos. Quizá también La guerra de las galaxias nos afecte tanto, nos agrade tanto, porque vivimos en un mundo lleno de avances tecnológicos pero muy poco dado a heroísmos, por lo menos como los que poblaban las historias del pasado.
Estas películas precisamente logran el difícil cruce de lo tradicional y lo tecnológico, lo antiguo y lo moderno, como se ve en la propia configuración de los personajes –Han Solo, vaquero del espacio, Jedis, revitalización de los samuráis… por ejemplo-, o en los planetas, las naves, los paisajes, como una constante de estas películas. Lucas mezcla una modernísima ciencia-ficción, plena de efectos especiales que en su momento fueron muy impactantes, con materiales narrativos que venían prácticamente de ese illo tempore, “aquel tiempo” mágico, de las grandes historias míticas.
En realidad, lo que parece que había conseguido George Lucas era una historia de historias, una historia con los elementos arquetípicos de todas las historias, un relato que, por ejemplo, contaba la “aventura del héroe”, que tan bien explicó Campbell en El héroe de las mil caras, cómo alguien recibía la llamada de la aventura y se enfrentaba a un número determinado de pruebas, era ayudado por unos personajes mientras que otros le obstaculizaban su acción, hasta que se hacía con un objeto mágico, que podía ser simbólico, como la sabiduría o un conocimiento especial, y regresaba a su tierra para hacer partícipe de su hallazgo o logro a toda la comunidad.
El primer episodio que vimos, La guerra de las galaxias. Episodio IV. Una nueva esperanza, se estrenó en 1977. Yo nací en 1976. A muchos estas películas nos han acompañado toda la vida, entre la diversión, la pasión o la intriga. Ahora estamos ante el Episodio VII, El despertar de la Fuerza. En unos momentos La guerra de las galaxias nos ha dicho unas cosas y en otros otras. Ha crecido con muchos de nosotros. Yo escribí  mi libro El mito renovado profundizando en una serie de intuiciones que habían tenido lugar a lo largo de muchos años. ¿Por qué podíamos ver estas películas una y otra vez sin cansarnos? La respuesta está en ellas y en nosotros mismos, en nuestra historia y en nuestra cultura.




Eduardo Martínez Rico
Escritor y Doctor en Filología




Publicado en El Norte de Castilla el 18-XII-2015

miércoles, 9 de diciembre de 2015

FERNANDO EL CATÓLICO, EL REY OLVIDADO

Tribuna para El Norte de Castilla



Fernando el Católico es un personaje que me parece profundamente atractivo, más atractivo que simpático, pues también tiene un perfil duro, y puede que ese perfil atrajera a Maquiavelo, que vio en él a un gran político, a un “príncipe nuevo”, modelo de príncipe y prototipo de los reyes de su tiempo. Hace unos años escribí una novela histórica sobre él, ahora publicada, fruto de la admiración y el gran interés que siento por el rey Fernando. La novela se llama Fernando el Católico. El destino del rey, y es por ella que me encuentro con que me resulta difícil distinguir, dentro de la historia del rey, la Historia de la ficción.
En 2006 leí para hacer trabajos periodísticos La mirada del poder, de Pedro González-Trevijano, estupendo libro que ofrecía las semblanzas de los diez personajes más importantes del segundo milenio, a juicio del autor, y un estudio de las representaciones que les hicieron, sobre todo pictóricas. Entre los personajes estaba Fernando, que fue el que más me llamó la atención. La mirada del poder es un ensayo artístico pero también político, pues muestra cómo se ha utilizado el arte al servicio de la política, de la Historia, de la posteridad.
Mientras leía y estudiaba para escribir mi novela me iba dando cuenta de lo olvidado que estaba este rey, si lo comparamos con su mujer, Isabel, de la importancia que tuvo. Por lo visto la historiografía de la época de los Austrias –Gracián le dedicó una obra llamada El político Don Fernando el Católico- fue muy positiva con él, pero la historiografía romántica enalteció a Isabel por encima de Fernando. Yo no tengo nada en contra de Isabel, que sin duda fue una grandísima reina. De hecho, hoy en día muchos los consideran los mejores reyes de la Historia de España, y de Fernando cada vez se oye más decir que es nuestro mejor rey.
¿Cuáles son las notas más llamativas de Fernando II de Aragón y V de Castilla, llamado “el Católico” por Alejandro VI, el papa Borgia? Por un lado su destreza política, lo que le hizo famoso en toda Europa, por otro, me temo, su talante mujeriego. Ésas son las notas más populares, sobre todo la segunda, pues se le suele presentar como un gran mujeriego, característica que comparte con otros reyes, como Carlos V y Felipe II, sobre todo en ciertas épocas de su vida.
Así lo vi yo en mi novela y así parece que le han visto muchos –Fernando Vizcaíno Casas escribió un libro sobre las mujeres del Rey Católico-, y eso que los historiadores –estoy pensando en Luis Suárez- dicen del aspecto femenino que Fernando debió de ser muy discreto en el tema de sus relaciones sexuales porque no hemos encontrado testimonios.
Puedo decir de él, de los dos reyes, que su boda fue política, pero que nació el amor entre ellos, y que Hernando del Pulgar, cronista de la corte y dueño de una gran prosa –a Raúl del Pozo le gusta mucho-, destacaba cómo reinaba entre ellos la armonía, y cómo el privado del rey era la reina y el privado de la reina era el rey.
Me llamó mucho la atención cuando leía sobre Fernando el Católico la existencia de una “leyenda” según la cual un cometa presidió su nacimiento, y cómo una monja del Barco de Ávila predijo cómo iba a surgir un gran príncipe. El nacimiento de Fernando y su vida se vio rodeado siempre de un halo mesiánico, halo que señalan algunos historiadores pero no todos. Pedro González-Trevijano sí que lo señalaba en La mirada del poder, y eso también me atrajo, pues me debió de parecer muy novelesco.
En enero de 2016 se cumple el quinto centenario de su muerte, y hoy quería hablar un poco de este rey que me parece tan importante y que creo que está bastante olvidado, o no justamente valorado. En su época se le consideraba el mejor político de Europa y era realmente famoso. Maquiavelo decía que las “grandes empresas” y las “acciones raras y maravillosas” eran lo que más aumentaba el prestigio de los príncipes, y de ésas él, junto a su mujer Isabel, tuvo muchas. Le dieron enorme prestigio la guerra de Sucesión de Castilla, la guerra de Granada y el Descubrimiento de América, entre otras hazañas. Con él y con Isabel se puede considerar que nace España, y aunque a ella se le llamaba Reina de Castilla y a él Rey de Aragón, compartiendo poderes en una estructura complicada, en el extranjero se les llamaba “reyes de España”.
Sí, no distingo bien lo histórico, lo que realmente sucedió, de lo que inventé, pues ya sólo al narrar se inventa, ya sólo al crear diálogos estás inventando pues no sabemos lo que se dijo en tal o cual ocasión. Pero tengo claro el aire de la época y del personaje, su personalidad; y lo mismo me ocurre con Isabel. González-Trevijano decía en su libro que se imaginaba al rey Católico como un jugador de ajedrez; creo que yo lo puse en escena así. Un hombre con gran don de gentes, con la “comunicación amigable”, que decía Hernando del Pulgar, inteligentísimo, más partidario de las palabras que de las armas. Gran estratega. Yo puse el foco en Fernando pero Isabel también fue extraordinaria. Estudiándolos, y aun comprendiendo que la Historia tiene sus tiempos y que a ellos les tocó uno bien determinado, quizá muy propicio, uno tiene la sensación de que tenían que ser ellos, como ellos, los que realizaran lo que realizaron, la creación de un nuevo país, o el salto a una nueva dimensión de país. Con sus defectos, como todos los mortales.


Eduardo Martínez Rico
Escritor y Dr. en Filología




Publicado en El Norte de Castilla el 14 de abril de 2015.

jueves, 3 de diciembre de 2015

EN COMPAÑÍA DEL CID

Tribuna para El Norte de Castilla







No quiero hacer un artículo lleno de nombres y de fechas. Llevo tratando muchos años al Cid, desde niño; he escrito una novela sobre él y muchos artículos, y ahora encuentro que es como si escribiera sobre el personaje por primera vez. Apenas sé por dónde empezar.

Me acuerdo de que cuando lo leí tanto y escribí tanto sobre él, me llevé la sorpresa de que no era tan conocido como era de esperar. Me acuerdo de que hablé con José Luis Olaizola, autor de varias obras sobre el Cid, y los dos habíamos llegado a la misma conclusión: los españoles no conocían al Cid. Está considerado nuestro héroe nacional, pero mi experiencia es que se conocen dos o tres anécdotas del personaje, que suelen ser falsas, o legendarias, y casi no se conoce nada más.

Lo cierto es que el Cantar de mio Cid es una obra muy difícil de leer. Celebrada por los críticos como una obra maestra, la primera obra maestra de nuestra literatura, o al menos un libro fundacional. Creo que los lectores españoles se han ido acercando al personaje gracias a la película de Anthony Mann sobre el Cid, con Charlton Heston y Sofía Loren, magnífica en mi opinión, y a otras películas o series de televisión, como Ruy, pequeño Cid, que fue clave para que yo entrara en contacto con el personaje.

Aparte de esto, sí se ha escrito mucho sobre el Cid. Digamos que la esencia mítica y legendaria está en esas obras, o en la mayoría de ellas, los elementos cidianos. Es decir, se puede conocer el Cid a través de muchos caminos, y esto es maravilloso.

Desde los poemas de Manuel y Antonio Machado, Anillos para una dama de Antonio Gala, El Cid, el último héroe, por ejemplo, de Olaizola, romances… El Cid, desde que cabalgó en el siglo XI ha vivido y vive en la literatura. Eso sí, yo recomiendo al que le apetezca embarcarse de verdad en la aventura del Cid que lea La España del Cid, de Menéndez Pidal, una obra histórica y filológica, pero tan apasionante como la mejor novela. Ahí está el Cid, su peripecia, la propia aventura de Menéndez Pidal y, si usted es aficionado al Cid, también su propia aventura. Así fue la mía cuando leí ese portentoso libro, y así ha sido cuando lo he revisado para escribir este artículo.

Me da la impresión de que los autores que hemos estudiado, cantado o fabulado sobre el Cid, desde el escritor, o escritores, del Cantar, hasta Corneille, o Guillén de Castro, o Corral Lafuente, o tantos otros, formamos una gran familia, la gran familia del Cid, unidos fuertemente, muy conectados, como se diría hoy, al personaje, y a través de él, y él a través de nosotros, en gran comunicación con los lectores, con el público que nos ha tocado en cada momento, nuestra sociedad.

Sería interesante hacer un estudio –es posible que lo haya- sobre cómo ha ido cambiando el Cid con el tiempo, cómo ha ido cambiando a través de las obras que se han escrito sobre él. Desde luego, y aquí hablo en primera persona, mi novela Cid Campeador guarda en común, creo yo, esas esencias míticas, legendarias y cidianas con el Cantar de mio Cid, pero como literatura, y como género literario, son muy diferentes.

Seguramente hay una diferencia ya muy inmediata, una influencia que yo veo que está muy presente en mí cuando escribo mis novelas, y que no estaba en el Cantar: el cine. Aunque el Cantar, al que le falta una parte al principio, empieza paradójicamente muy cinematográfico: “De sus ojos tan fuertemente llorando…”

El cine antes del cine. No en vano el cine es una narrativa como la literatura, y puede tener el componente de ficción o no tenerlo. Menéndez Pidal, que estimaba que en la poesía primitiva española había mucho de veracidad, y que estos poetas eran muy cronistas, consideraba que el Cantar de mio Cid tenía mucho de histórico. Y él lo conocía excelentemente. Es probable que el Cantar respetara una verdad original, tuviera un respeto a los hechos y utilizara procedimientos poéticos, artísticos, entre ellos también la ficción.

El autor del Cantar, que se estima que fue escrito muy próximo a los hechos que narra –el Cid murió en 1.099-, una obra en cualquier caso muy antigua, venerable, es muy moderno en algunos de sus procedimientos, por ejemplo a la hora de sintetizar en uno los dos destierros del Cid, para lograr, según Menéndez Pidal, mayor tensión dramática. Aquellos escritores, entre la juglaría y la literatura culta, eran narradores y sabían cómo lograr los efectos que buscaban, conocían a qué público se dirigían, etc. Eran profesionales a su manera, y de su época.

Pero ¿por qué el Cid ha atravesado todas las épocas? ¿Dónde reside el éxito del Cid para derrotar al tiempo? Quizá sea una pregunta muy ambiciosa y requiera una respuesta muy amplia y meditada, una respuesta que contenga muchas respuestas. El Cid, que ha tenido sus detractores –muy famoso el holandés Dozy, al que Menéndez Pidal quiso refutar en su España del Cid-, era un gran soldado, tuvo problemas con su rey Alfonso VI, fue desterrado dos veces, luchó al servicio de los moros para ganarse el pan, pero sin enfrentarse con su rey, y fue el único que supo parar a los almorávides, la gran amenaza de la época, de España y de Europa. Creo que la respuesta requiere todos estos datos, y algunos más, pero es muy importante el último. Además, el Cid toma Valencia y cuando le ofrecen ser rey renuncia a esta corona y reconoce como señor a Alfonso VI.







Eduardo Martínez Rico

Escritor y Dr. en Filología







Publicado en El Norte de Castilla el 27 de agosto de 2015.

lunes, 23 de noviembre de 2015

VIDA, MUERTE Y TRANSFORMACIÓN DE LA NOVELA


Tribuna para El Norte de Castilla



¿Está muriendo la novela? Últimamente he oído hablar mucho de esto en conversaciones y debates. No creo que la novela esté muriendo. Más bien parece que la novela se está transformando, como siempre lo ha hecho desde que surgió. ¿Cuándo surgió? El tema es muy controvertido; se puede fijar el origen en Grecia, antes de Cristo, en la Edad Media o ya con el Lazarillo de Tormes, incluso con el Quijote. La novela se asocia a momentos de decadencia, y es cierto que algunas voces, en nuestro mundo, proclaman que estamos en decadencia. Tal vez. Supongo que habría que preguntarse desde qué puntos de vista podríamos decir que lo estamos. Habría que ver si en lo esencial que caracteriza al hombre, o debería caracterizarlo, estamos en decadencia.

Creo que la novela es esencialmente humana, como toda la literatura en general. La novela no sólo deleita, entretiene, divierte al ser humano, que es lo que éste suele buscar masivamente en las librerías y en los grandes almacenes, o en Internet, sino que hace que se interrogue a sí mismo, que profundice en el mundo, y en su propio mundo, convirtiendo todo este proceso en arte. Hay arte en el autor y lo hay en el lector, que recrea y completa la obra al leerla. Así me lo recordaba el novelista Antonio Prieto en una entrevista. Esto va más allá del puro deleite, pero lo puede incluir, con mucha fuerza. Todas las funciones de la novela son perfectamente legítimas, y además complementarias.

Pero la novela alcanza una ambición mayor cuando trasciende ese propósito de deleitar, y busca algo más, perseguido tanto por el autor como por el lector. Ambos son seres humanos que quieren conocerse a ellos mismos -“conócete a ti mismo”, según la máxima de Delfos- y conocer el mundo, también a los otros. La novela es un instrumento para ello. La literatura hace arte de todo aquello que está al alcance de cualquier persona. La lengua, en manos del escritor y del lector, crea, imagina, profundiza, comunica.

Mientras seguimos las peripecias de nuestros queridos personajes, que realizan actos que nos interesan porque están hechos a imagen y semejanza de las personas de carne y hueso, de nosotros mismos, la novela, sutilmente, nos está proporcionando muchos otros contenidos. Contenidos que tienen que ver con la vida, con nuestra vida, con los problemas del hombre, particulares y universales. Con nuestros anhelos y aspiraciones, nuestros sueños. Ya decía Joseph Campbell, el autor de El héroe de las mil caras entre muchas otras obras, que el mito es el sueño despersonalizado, mientras que el sueño es el mito personalizado. “Mito” significa “narración”; de los mitos manan todas las historias. En este caso considero que “mito” se puede intercambiar por “novela”, que no es más que una narración extensa ficticia, fingida, pero con un anclaje en la realidad. Sí, la novela tiene mucho de sueño, y también mucho de mito.

No, no creo que la novela, ni mucho menos esté muriendo, pero se va transformando. Y lo hace con la vida, con la Historia. Viaja con nosotros, se viste nuevos trajes; su esencia permanece, pero también se enriquece. Igual que nuestra ropa, nuestros coches, nuestros aviones, la propia forma que tengo yo de escribir estos artículos o mis propias novelas –múltiples ordenadores, nuevos procesadores de textos-, van cambiando. Pero ese cambio también cala en mí como novelista, y en el propio género. No creo que la novela sea algo obsoleto, de ningún modo; prueba de ello es que sigue alimentando al cine de forma continua, hasta tal punto que parece que no hay –exagero un poco- buena película que no esté basada en una novela. La novela es un proyecto creativo previo, desarrollado, elegido, o no, por los cineastas, para hacer una película.

Al hombre le interesa el hombre, y también por eso hace literatura, alimento de sí mismo, muy espiritual pero también muy racional, intelectual. El ser humano vive inmerso en una narrativa, abierta, y, según se ha dicho mucho, con poco sentido. Da la impresión de que sólo tiene sentido su vida si se lo da otro, un tercero, otra persona o incluso él mismo. También un escritor, en el caso improbable –aunque posible- de que escriban una biografía sobre él. Algunos, en efecto, dicen que la vida no tiene sentido. Desde luego las novelas, obra cerrada, por muy abierto que sea su final, sí lo tienen. Y la novela, de algún modo, es la vida de todos, el mito despersonalizado, muy capaz de personalizarse en cada uno de nosotros a través del milagro y la experiencia de la lectura.

El hombre busca leerse en su literatura favorita, muy especialmente en las novelas, una literatura tan a su alcance, casi tanto como el cine, que de algún modo la ha sustituido, parcialmente, ambas complementarias, alimentándose el cine de la novela. Pero la novela, en este proceso de transformación, también se ha alimentado del cine, modernizándose, y ahora se está aprovechando de Internet. Ante nuevos medios, ante nuevos géneros, es fácil proclamar la muerte de lo anterior. Demasiado fácil, apresurado y erróneo. Pero el hombre es un ser creador, y la novela, por ser tan abierta y generosa, y tan gustada, le ofrece posibilidades insospechadas. No puede morir algo tan vital, ágil y atractivo.

Pasará el tiempo y seguiremos escribiendo obras muy distintas a las actuales, pero muy proclives a recibir la denominación de “novela”.


Eduardo Martínez Rico 
Escritor y Doctor en Filología

















Tribuna publicada en El Norte de Castilla el 17-XI-2015

Presentación en Campo Real por Ángel Moreno García


Admiro a Eva Zamora. Evita, para mí. La conocí hace la friolera de 32 años, en 1983. 

Era una niña rubia, de melena larga, vestida de blanco con un lazo de raso a juego anudando su pelo, y además, simpática y con una gran sonrisa. O al menos mi memoria la recuerda así. Como aún recuerda el aire con olor húmedo, avinagrado, a tierra mojada con aromas de azufre que se respiraba en la bodega de su padre. Las antiguas y barrigonas tinajas sujetas por un esqueleto de postes de madera, seguramente, de álamo. La débil luz de una solitaria bombilla suspendida por un cable trenzado y que bastaba para rellenar de vino, con la espita, las garrafas de vidrio forradas con un entramado de caña o esparto.

En este mágico y cotidiano escenario yo repartía cajas de cerveza “El Águila” y Evita visitaba a su padre, dueño de aquella bodega argandeña de la céntrica calle Libertad.

Un día cualquiera, al cambiar de trabajo, ya no fui más a la bodega y dejé de ver a Evita.

Otro afortunado día, después de muchos años, en la Plaza Mayor de Campo Real, reconocí a esa niña agarrada de la mano de su novio, Jesús Ruano. Me atreví a preguntarle: ¿Tú no eres la hija del bodeguero Zamora?. En ese mismo instante ella me reconoció también. No había olvidado a aquel repartidor de cerveza que la saludaba cuando era niña, tal vez porque siempre se recuerda a alguien que te trata con ternura.

Disculpa Eva si he desvelado unos tan personales como inolvidables instantes de tu infancia y de mi juventud. Pienso que aquellos brillantes y vivaces ojos de la niña que fuiste ya se fijaban en cada detalle, en cada comportamiento, en cada palabra que te descubrían un mundo lleno de pequeñas historias.

Te admiro Eva por saber transmitir historias. No es fácil escribir. Es complicado crear personajes convincentes. Es aún más difícil encontrar a alguien que publique lo que escribes. Y de la última dificultad suprema ni te cuento: atrapar a alguien para que lea lo escrito, conseguir lectores. Tú lo has alcanzado. Ya has publicado dos de tus novelas. Sé que tienes escritas algunas más, que estoy seguro verán la luz muy pronto.

He disfrutado con tu primera novela “La esencia de mi vida”. Una historia actual, con personajes contemporáneos, con misterios en cada página y con el amor como estrella incontestable de todas las vidas. Y todo ello narrado con un lenguaje ameno, ágil, claro y sencillo, pero a la vez hermoso y bien estructurado.

Alex, Tomás, Sofía e incluso Darío, han nacido de la imaginación de aquella niña, ahora mujer, que comenzó a ver el mundo desde esa tenue y amarillenta luz de la desparecida bodega Zamora.

Esta nueva novela trata, como no podía ser de otra manera, del amor. Pero el amor tiene tantas formas y maneras de manifestarse como los variados colores de un camaleón.

Hay tantas clases de amor como seres capaces de sentirlo. El amor es imprevisible y variable, como casi todas las cosas que nos ocurren en nuestra existencia. Un padre biológico y una madre adoptiva aman al mismo hijo y están dispuestos a TODO por tenerlo a su lado. El amor paternal siempre debe ser incondicional y generoso. Y sobre todo no dañar nunca.

Por el pequeño extracto de la historia que cuenta esta nueva novela y porque ya he constatado dónde puede llegar la imaginación de la escritora, intuyo que vamos a conocer otros amores y otros personajes tan audaces y enigmáticos como en “La esencia de mi vida”.

Suerte Eva, para ti y para tu nueva novela “Todo por Daniel”. Que conquistes a muchos lectores y sea el puente para que pronto se edite tu tercera novela.

Me quedan unas últimas palabras que quiero regalarte para que recuerdes este día con esa ternura con la que te saludaba hace 32 años este repartidor de cerveza y aprendiz de poeta.

En este pueblo de olivos y de iglesia gigantona, al lado de los alfares, tenemos una escritora. Su imaginación de niña le obliga a crear historias. Vidas de sueños y amores entre rumores de olas hacen caso al corazón por encima de otras cosas. Malvados muy educados a quien nada les importa para conquistar el mundo de una o de otra forma. Menos mal que desde el cielo una luna protectora, pone el orden natural a las almas bienhechoras que creen en el amor como esencia salvadora. Seductora con palabras, que en el blanco papel brotan, romántica, apasionada, ella es Eva Zamora.

Ángel Moreno García, Campo Real a 14 de noviembre de 2015

jueves, 12 de noviembre de 2015

“LA GUERRA DE LAS GALAXIAS”, A TRAVÉS DE LAS GENERACIONES

         Del Episodio VII de la saga de La guerra de las galaxias, creada por George Lucas y ahora propiedad de Disney, sabemos muy poco, como que se va a estrenar, salvo algún cambio, el 18 de diciembre de 2015. Pero vamos conociendo más datos, con cuentagotas. El hijo de Mark Hamill (Luke Skywalker en la ficción), Nathan Hamill, ha publicado en su web una foto en la que aparece su padre, delante de una gran nave con el rótulo del “Episodio VII”, con barba y una camiseta negra, lo cual nos sugiere y  nos hace pensar, relacionar, recordar.
El negro es el color del Lado Oscuro, el color de Darth Vader, pero también el color de Jedi de Luke en El retorno del Jedi, donde parece un sacerdote, un hombre de alta espiritualidad, enteramente de negro. La barba de Mark Hamill también nos indica cosas importantes: puede ser la barba de Alec Guiness, Obi-Wan Kenobi, maestro Jedi, casi una reliquia de otros tiempos, en Una nueva esperanza, el Episodio IV, el primero que vio la luz para toda una generación de niños que, como dijo George Lucas, estaba creciendo sin cuentos de hadas. Yo fui uno de esos niños.
         Pero la barba de Luke también nos lleva a Obi-Wan de joven, al Obi-Wan que encarnó Ewan McGregor en el segundo y tercer episodio. La barba también de Qui-Gon Jinn, maestro de Oby Wan. La barba es sagrada, rezan antiguas mitologías, como nos enseña Joseph Campbell, prestigioso mitólogo que fue clave para la creación de La guerra de las galaxias. George Lucas sufrió un accidente de coche muy grave con 18 años. Él quería ser conductor de coches de carreras, y la velocidad y los automóviles eran su gran pasión. Pero este accidente, que casi acaba con él, le condujo a otra vocación, a otro mundo muy diferente. En el hospital se interesó por materias como la Mitología o la Antropología. Leyó El héroe de las mil caras, valioso libro de Joseph Campbell que muestra cómo los mitos del mundo están relacionados y unidos entre sí, como si hombres de tierras y culturas muy lejanas respondieran y necesitaran los mismos mitos, o muy parecidos.
         Lucas estudió escritura creativa y se matriculó en la Universidad de Cine de California, donde hizo una gran carrera, con muy buenos cortometrajes –entre ellos uno  que se convirtió en su primer largometraje, THX 1138-. Allí contactó con Francis Ford Coppola, con el que tuvo una relación brillante pero muy compleja. Coppola, que  no era mucho mayor que él, fue su maestro, o al menos algo similar, enseñándole mucho y dándole muy buenos consejos. Pero Coppola tenía una personalidad muy diferente a la de Lucas, y no siempre se llevaron bien. Coppola era expansivo, extrovertido, mientras que Lucas era más tímido. Sin embargo colaboraron en muchos proyectos, guiones, películas, producciones, entre ellas una película de su admirado Akira Kurosawa, Kagemusha.
         Pero ¿dónde está el secreto de La guerra de las galaxias? Es muy difícil decirlo. Ni siquiera, tal vez, Lucas podría decirlo. O quizá ahora sí, pero no cuando la estrenó, en 1977, cuando pensaba que iba a ser un gran fracaso. Puede que la clave esté en esa declaración suya de que una generación de niños estaba creciendo sin cuentos de hadas, y que él les proporcionó –nos proporcionó-, un cuento de hadas renovado, el “mito renovado”, como dijo Joseph Campbell cuando vio por primera vez La guerra de las galaxias –Episodio IV-, llenando un agujero que necesitaba ser llenado. Y haciéndolo con materiales muy creativos, pues aunque a Lucas no le gusta nada escribir lo hace maravillosamente
         En una entrevista sobre las películas el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca me dijo que eran una síntesis mitológica, pero también es una síntesis de los referentes culturales que pudo disfrutar Lucas durante su infancia y adolescencia, por ejemplo los space operas o los westerns. Han Solo es un vaquero del espacio, y la escena del bar en el puerto de Mos Eisley remite a las clásicas escenas de duelos y peleas en los bares de las películas del Oeste. Todo está inventado, pero al mismo tiempo todo está por reinventar, y finalmente por inventar. Lucas quería mostrar la confrontación del Bien y del Mal, pero no lo hace ni mucho menos de forma maniquea, antes bien muestra el paso del Bien al Mal en algunos personajes, fundamentalmente Anakin Skywalker-Darth Vader, que se erige en protagonista de las dos primeras trilogías, en una saga que yo diría que tiene también protagonista colectivo, por las funciones tan importantes de muchos de sus personajes.
         La guerra de las galaxias constituyen unas películas aptas para todos los públicos, unas películas que no dejan de enseñar algo no importa la edad que tengamos. Cuando somos niños nos llama la atención unas cosas, mientras que cuando crecemos nos fijamos más, tal vez, como fue mi caso, en su factura cinematográfica, o en su trasfondo mitológico y cultural.
         Finalmente, como escribió Agustín Sánchez Vidal, y creo que esto es esencial, son una oportunidad para realizar una “peregrinación” a los orígenes del mito, a sus fuentes. Para muchos espectadores forma parte troncal de su infancia. Ahora empieza a serlo también para nuevas generaciones de niños que en cuanto las descubren llevan estos personajes y sus aventuras a sus propias vidas, como lo hicimos nosotros cuando teníamos pocos años. La guerra de las galaxias viaja de generación en generación, renovándose.



                                                        Eduardo Martínez Rico
                                                        Escritor y Doctor en Filología




Publicado en El Norte de Castilla el día 29 de septiembre de 2014.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Reseña Fantasymundo de "Círculo Primero: El Despertar"

Házael González, autor de esta magnífica novela, "El despertar: Historias de la Tierra Incontable. Círculo primero" (Alberto Santos Editor), nos muestra a través de su puño y letra ese mágico mundo al que bautizó como Tierra Incontable, lleno de todo tipo de criaturas mágicas y no mágicas que nos va presentando a lo largo de las páginas con gran cantidad de detalle para que no nos perdamos nada de lo que pasa a nuestro alrededor.

La verdad es que el libro me sorprendió gratamente desde el principio, porque nada más presentar la incógnita principal de la protagonista, el autor me tuvo en vilo hasta alcanzar la última página de esta bella historia.

(...)

Es una historia cargada de emoción, y sobre todo de ganas de libertad. Es el concepto más nombrado y destacado de toda la novela. Todos tenemos derecho a ser libres de vivir y amar como queramos, por encima de todo lo demás. Es algo que choca con la idea de algunos humanos, que no entienden el amor como algo libre, sino como una posesión, un control que mata toda magia capaz de hacer latir dos corazones al mismo son.

(...)
¿Recomendación? A todo aquel que ame la magia, el amor y la libertad. Para todo aquel que quiera conocer a fondo la Tierra Incontable de la mano de estos personajes, que os aseguro que no dejan a nadie indiferente, y que por encima de todo tienen mucho que decir.

Leer reseña completa aquí.

jueves, 29 de octubre de 2015

Entrevista a José Ramón Sales, autor de Aristarco



Nombre

José Ramón Sales

Fecha de nacimiento
19 de mayo de 1953

Lugar de nacimiento
Valencia

¿Cuál es el último libro que has leído?
El espejismo de Dios, de Richard Dawkins.

¿Qué libro te ha marcado más?
Tal vez, Drácula, cuando lo leí en la adolescencia.

¿Qué libro te gustaría haber escrito?
Creo que El señor de los anillos.

¿En qué novela te gustaría vivir o ser un personaje de ese mundo?
En La raza venidera, de Edward Bulwer Lytton

¿Tu autor favorito?
J.R.R. Tolkien por El señor de los anillos.

¿Tu canción favorita?
All I ask of you, del musical de Andrew Lloyd Webber, El fantasma de la ópera.

¿Tu película favorita?
Alien, el octavo pasajero.

¿Qué prefieres, villano o héroe?

Tengo alma de héroe romántico.

¿Qué historias te gustan más: románticas, aventuras, ciencia-ficción, fantasía, intriga, terror u otra?

Cualquiera, siempre y cuando estén bien escritas, tengan una prosa rica en matices y no adolezcan de una falta de ritmo. Aunque tengo especial predilección por la obra de ensayo.

¿Qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?

Mi mujer, una buena colección de libros y el kit de Robinson Crusoe, en el que se incluya mucho papel y tinta.

¿Qué tres deseos le pedirías al Genio de la Lámpara Maravillosa?
Que la gente desarrollara más su intelecto y el pensamiento crítico con el fin de erradicar muchos de los males sociales. Que todo el mundo tuviera una vida larga y próspera. Y que para paliar el aburrimiento leyeran mis novelas.

¿A qué edad empezaste a escribir? ¿Recuerdas qué te motivó?
Como he citado en otras ocasiones, mi vida es un apunte a pie de página. De una forma u otra, siempre he estado escribiendo, ya sean artículos para revistas u otros. En cuanto a la etapa más seria como escritor, comencé a los cincuenta años. El motivo fue desarrollar mi filosofía existencialista. Pensé que sería mucho más original verter mis inquietudes a través de los personajes de una novela.

¿Qué es lo que más te gusta de escribir?
Vivir intensamente las situaciones que describo, y viajar a los mundos que recreo. Después está la satisfacción de que te lean y alaben tu trabajo.

¿De dónde sacas las ideas para escribir?
Creo que todo se debe a que me gusta cuestionar y modelar todo cuanto toco, siempre buscando otros puntos de vista y aplicando alternativas originales a las cosas. Es la premisa en la que baso cualquiera de mis ideas, y tengo algunas que me atormentan desde hace años. Lo que ocurre es que soy consciente de que como escritor tardío debo aprovechar el tiempo y escoger muy bien qué quiero escribir.

¿Qué le recomendarías a un autor novel?
Si partes de cero y no eres un genio, lo primero y principal es averiguar si se tienen aptitudes. Para ello es necesario someter el trabajo al análisis de los expertos. No existe otra forma si se quiere avanzar correctamente. Se tienen que corregir los errores y dominar todas las materias. Es un mundo más complejo de lo que la gente cree. Una vez aprendida la técnica, luego hay que añadir la historia que uno ha pergeñado, e intentar hacerlo lo mejor posible. Aún así, y partir de aquí, el escritor se forma con mucho tesón y paciencia. Como en casi todo. Pero hay que aplicar el sentido común. Es fácil achacar el fracaso a factores ajenos. Y por último, todo escritor debería saber si escribe para inmortalizarse, o simplemente para saborear el momento.

¿Cuál es tu valoración final en el proceso de edición con Alberto Santos Editor?
Excelente. La profesionalidad manifiesta en el proceso, solo es superada por el ulterior mimo con el que se arropan las obras. Para lograr esta hazaña debe existir detrás un equipo que ame y disfrute con su profesión, como es el caso. Y que después sepa moverse, manteniendo viva la edición, tal y como hace esta editorial.

¿Crees positivo que las editoriales pequeñas apoyen a autores españoles?
Hay mucho talento desperdiciado por culpa del sistema de valores establecido en este país. Al mismo tiempo, el rumbo que está tomando el sector novel no es el más indicado para hacerse valer de cara a las editoriales. El énfasis en la autonomía, promovida por el interés comercial de unos, está provocando una total falta de control en la calidad de las obras, debilitando las posibilidades de los que empiezan. Esto hará que el descrédito relegue a las autoediciones y a los libros sin un sello editorial competente, a la categoría más baja. La mayoría de los lectores son inteligentes, y tras algunos varapalos no se dejarán engañar tan fácilmente. Por dicha razón, las pequeñas y medianas editoriales deberían apoyar a los buenos autores españoles y rescatarlos de la ignominia.

¿Cómo crees que influye Internet y las redes sociales en la promoción de las obras literarias actualmente?
Día a día cobra más fuerza. Solo tenemos que ver el énfasis puesto por unos y otros. Internet es una herramienta útil para publicitar un trabajo, que de otro modo no tendría la misma incidencia. Puedes llegar a cualquier punto si sabes escoger bien las rutas, y mucha más gente se entera de lo que haces y dices. No obstante, no es la panacea universal. Sigue siendo necesaria la publicidad a otros muchos niveles.

¿Has escrito alguna otra novela antes de narrar las aventuras de Aristarco?
Sí. Durante cuatro años me agoté escribiendo una intensa obra, titulada Jinetes en la oscuridad. La fui desarrollando a ratos libres. La historia comienza en Valencia y termina en el Ladakh tibetano. Tuve que visitar lugares de mi ciudad y filmarlos, hacer planos y entrevistarme con gente. Y tuve que recabar información del Tíbet a través de un experto, que a día de hoy es amigo mío. Además, tuce que llevar a cabo una profunda labor de investigación sobre los años perdidos de Jesús de Nazaret. Terminé tan exhausto, que tras un merecido descanso me dije, que si volvía a escribir, buscaría en primera instancia mi disfrute.

En tus libros mezclas la investigación, un riguroso marco histórico y lo paranormal. Es una combinación poco usual, ¿no te parece?
Es lo que me atrajo a la hora de elaborarlos. No hay nada nuevo bajo el sol, pero al menos sí se pueden alterar y modelar los elementos, agrediendo lo establecido. Lo novedoso constituye en sí un reto, y siempre me gustó medir las fuerzas con lo desconocido y experimentar. A esto lo llamo «instinto subversivo ».

¿Qué influencias tienen las novelas de Aristarco?
Muchas. Citar el prototipo holmesiano se hace ineludible. Pero veamos, que la flema de Clifton Webb, sobre cuyo talante construí el de Aristarco, es lo que para Graco el cuerpo y la mirada limpia de Steve Reeves. También está Verne, con su sentido de la anticipación; Tolkien, y los escritores de finales del XIX y principios del XX, con su prosa cultivada. El cúmulo de misterios y enigmas que atesora la humanidad, también hace de las suyas. Y a esto hay que añadir todas mis lecturas y disquisiciones filosóficas, así como mi bagaje en el terreno de las artes marciales, sin olvidar mi espíritu cinéfilo. Un cócktel en verdad curioso.

¿Qué acogida están teniendo tus libros?
Creo que buena. Durante todos estos años, y aunque parezca presuntuoso, solo he recibido elogios. Entre ellos, los que más atesoro son los de los lectores empedernidos. Espero que las nuevas ediciones de Alberto Santos, apoyadas en su encomiable y esforzada labor, redunde en una mayor difusión de la saga, llevándola a los muchos lectores que aún la desconocen.

¿Crees que el dúo entre Aristarco y su compañero es básico para aprovechar al máximo los personajes?
Absolutamente. Toda pareja da pie a situaciones, que de otro modo no podrían darse. En el cine se habla mucho de la «química de los protagonistas» para que una historia tenga éxito. Lo mismo ocurre en las novelas. El contraste entre los dos personajes me permite abordar con eficacia los momentos de coyuntura, y desarrollar con fluidez y armonía, no exento de ácido humor, muchos de los temas que barajo. Soy consciente del carisma que poseen Aristarco y Graco, y del efecto que produce su relación. Doy gracias por haber logrado algo así.

¿Por qué elegiste ese lugar y momento para la novela de "En la Noche".
Por el reto que suponía llevar el tema principal a una época inusual para él. Ya sabes que busco la originalidad. Mi carácter hace que rehúya esa especie de mímesis colectiva y me hace combatir con denuedo lo prosaico y trivial, aunque a veces yo mismo lo roce. Por otro lado, buscaba amplificar la tensión de un modo novedoso, y se me ocurrió que una pequeña ciudad, cercada con un terrible depredador en sus entrañas, sería lo suyo. Y aquí puedo contar una anécdota. Estuve enviado el manuscrito a los editores durante año y medio. Y hete aquí, que al año de ver la luz, sale una obra de Pérez-Reverte, titulada El asedio. Vaya casualidad, ¿no? Aunque la premisa era la misma, al menos no se parecían en nada más.

¿En qué género literario crees que encaja mejor tu obra?
Es complicado. Al aglutinar e hibridar los géneros el resultado se mece en la ambigüedad. Hay quien habla de thriller histórico; pero, aunque ello defina alguna de las novelas, resultaría inexacto en el cómputo global. Podríamos decir que son novelas de misterio, a pesar de que tal definición se torna confusa. Tal vez por eso la originalidad requiere reformulación, y la saga de Aristarco necesite su propio espacio.

¿Cuál es tu personaje favorito de las historias de Aristarco?
Es una pregunta de difícil respuesta, porque siguiendo con el proceso natural, dividí mi personalidad entre los dos personajes protagonistas. De ahí que me resulte del todo imposible elegir entre Aristarco y Graco, pues son las mitades de un todo. No obstante, mi vena romántica hace que mire con ojos tiernos a Graco y a su convulso mundo interior.

¿Qué le dirías a alguien que no conoce tus novelas para que las leyera?

Que en la vida hay que experimentar y leer temas variopintos. Las sorpresas están a la vuelta de la esquina para quien sabe explorar el entorno. Así es, en definitiva, como aprendemos. Pero hablar bien de los hijos de uno es tan natural como inocuo. Lo único que puedo decir, es que al menos se trata de un trabajo novedoso, lleno de grandes sutilezas, y donde nada es lo que parece. Por dicho motivo resulta infructuoso colgarle una etiqueta. Contiene suficientes elementos como para que agrade a un amplio sector del público. Y son obras que condesan y sintetizan, por lo que su jugo puede ser extraído en una segunda lectura, una vez mondada la capa superficial. Y es que, mi sueño más ambicioso siempre fue crear una obra imperecedera.


martes, 31 de marzo de 2015

La alianza tripartita (Extracto de Blue Sky contra la Banda de Ra)

En un mundo atenazado por el desasosiego y el miedo, un grupo de jóvenes amigos arriesgan sus vidas para combatir al dictador Clifton, que ejerce su poder sobre una sociedad sin esperanza.


Lee el extracto aquí.


lunes, 30 de marzo de 2015

El hombre de la capa negra (Extracto de Blue Sky contra la Banda de Ra)

En un mundo atenazado por el desasosiego y el miedo, un grupo de jóvenes amigos arriesgan sus vidas para combatir al dictador Clifton, que ejerce su poder sobre una sociedad sin esperanza.




domingo, 29 de marzo de 2015

Blue Sky Contra la Banda de Ra

http://albertosantoseditor.com/epages/92156166-0f01-4e48-8a0a-ee70aa9f2264.sf/es_ES/?ObjectPath=/Shops/92156166-0f01-4e48-8a0a-ee70aa9f2264/Products/99





Iniciamos este nuevo sello de Fantasía Juvenil con una magnífica novela del gran Julio Peces Ruíz.


 “En un mundo atenazado por el desasosiego y el miedo, un grupo de jóvenes amigos arriesgan sus vidas para combatir al dictador Clifton, que ejerce su poder sobre una sociedad sin esperanza” (Alfonso Azpiri).
Son malos tiempos para la organización Blue Sky. Tras años de lucha contra la dictadura, sus miembros sienten flaquear sus fuerzas y muchos de ellos empiezan a preguntarse si están luchando una guerra que no pueden ganar. Pero lo peor aún está por llegar. Tras su último golpe, el cruel presidente Clifton ha decidido contratar una peligrosa banda de mercenarios, encabezada por un líder despiadado y misterioso, con el objetivo de eliminar para siempre a Blue Sky del mapa. Los jóvenes héroes, al borde del precipicio, deberán decidir entre tirar la toalla y tratar de recuperar sus vidas, o seguir adelante con su lucha hasta el final, sin importar el coste personal que ello implique… descubrimiento de América, y el sueño de la creación de un imperio, desde Nápoles hasta ultramar.
“Julio Peces Ruiz ha escrito una novela llena de ese ímpetu que solo se tiene en la adolescencia [...], pero que tiene los contornos de la grandeza presentida” (Juan Manuel de Prada).

viernes, 27 de marzo de 2015

FABULANDO LA HISTORIA




         Quizá  sea la novela histórica el género literario más popular que existe hoy. Actualmente sólo, por lo que parece, la novela negra le hace sombra en cuanto a número de lectores y pasiones desatadas, y se da bastante la mezcla entre ambos géneros, como ya se produjo en la famosísima El nombre de la rosa.
         ¿Por qué gusta tanto la novela histórica? Durante algún tiempo yo encontraba una respuesta muy clara a esta pregunta, aunque no tiene por qué ser la correcta. A los lectores nos gusta mucho el pasado, la Historia, nos apasiona, sí, pero los libros de Historia son muy difíciles de leer, en general, y por otra parte en ellos la Historia no tiene el volumen de vida, acciones y diálogos, por ejemplo, que sí puede tener una novela histórica. Efectivamente, en los libros de Historia está el pasado, muy detallado, minuciosamente estudiado, pero la vida se encuentra mucho más en la novela histórica, y gracias a que ésta fabula, sobre el pasado, se halla con tanta fuerza la vida. Una vida que es cruce de lo que alguna vez fue presente y la invención de sus autores, pues sólo para levantar a esos personajes y esa acción el novelista histórico tiene que inventar.
Pero atención, los libros de Historia sirven a los autores de novelas históricas para escribir sus libros, para levantar los decorados y las figuras que luego emocionarán a los lectores. Digamos que los historiadores y los novelistas encarnan funciones muy diferentes, pero que se encuentran en el camino, el camino de la lectura, del pasado, de la literatura y la Historia.
         Carlos García Gual, gran filólogo y buen conocedor de las novelas históricas, recuerda que se las ha tachado de “género bastardo”, en cuanto a que sus padres son la Historia y la novela, la ficción, en principio conceptos opuestos. La novela inventa, fabula, imagina, “miente” –“la verdad de las mentiras” que decía Vargas Llosa-; la Historia registra, analiza, interpreta, estudia. Sin embargo la novela histórica es un feliz resultado de esta unión. La novela histórica tiene cierta libertad para jugar con la Historia, pero debe ser fiel al marco –esto me lo destacaba mucho José Luis Olaizola-, ofrecer un decorado verosímil, como verosímil tiene que ser el comportamiento de todo su mundo, incluidos los personajes. Generalmente ya le pedimos verosimilitud a una novela normal; en la novela histórica tiene que guardar ese tipo de verosimilitud, la que hace que el lector se crea el mundo de la novela, como en cualquier relato ficticio, pero también en este caso que acepte con naturalidad la ambientación histórica.
         Una buena novela histórica pone en pie a los personajes, sus conflictos, los suyos y los de la época, que en todo o en parte pueden ser los mismos. La novela histórica se puede centrar en las grandes figuras del pasado, o puede escoger a personajes secundarios, volverlos principales, como ha hecho con tanta frecuencia la novela moderna. O puede hacer convivir, como es frecuente, a unos y otros en el mismo relato.
         ¿Y cómo actúa el novelista para hacer una novela histórica? Contaré mi experiencia con Cid Campeador y con otras novelas históricas. Es fundamental conocer la época y los personajes históricos, de todas las formas a nuestro alcance. Todos los esfuerzos serán recompensados. Conviene seleccionar bien los libros sobre el tiempo y el personaje que hemos elegido, consultando a expertos y libreros. No hay escritor, o buen escritor, sin un buen lector, en mi opinión. Hay que leer mucho, en este caso mucha Historia. Para coger el tono en la escritura es muy bueno leer literatura de aquella época, o, para darle un tono antiguo, el más adecuado al relato que queramos escribir. Para una novela ambientada en el Siglo de Oro no sería mala idea leer el Quijote, lo que produciría, normalmente, una sutil mezcla en nuestra narración entre la prosa de aquella época y la de la nuestra. Si el artificio, que es tan natural, resulta eficaz el lector leerá con placer nuestro libro. A mí me gusta también leer, por ejemplo, Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, o Ivanhoe, del gran Walter Scott, pionero de la novela histórica –aunque la novela histórica ha tenido muchos y muy antiguos orígenes-, para que mi narración se impregne de su narrativa ágil, amenísima y a la vez bella, muy eficaz. Francisco Umbral decía que cuando escribía novelas leía novelas “para no dispersar la cabeza y porque siempre se aprende algo”. Es muy buena idea, mientras nos documentamos y mientras escribimos nuestro manuscrito, leer las grandes novelas y los grandes novelistas, porque sin duda éstos ejercen un influjo beneficioso sobre nuestra obra. No hay que olvidar que el escritor puede elegir sus influencias, que no sólo son algo involuntario o no premeditado. El escritor, en este caso el novelista, elige en buena parte los caminos por los que quiere transitar.
         Por último diré que ayuda mucho visitar los lugares de nuestra novela, siempre que se pueda. Hoy en día Internet nos ofrece muchas facilidades, proporcionándonos mucha información y maravillosas imágenes, pero nada de esto es comparable a la visita personal a los espacios que queremos recrear en nuestra novela. Aunque sea en pequeños detalles, tan importantes, merece la pena coger la mochila y realizar pequeños o grandes viajes histórico-literarios para documentarnos. Aparte de que son un gran placer.





                                               Eduardo Martínez Rico
                                               Escritor y periodista


Publicado en El Norte de Castilla
8-7-2014